domingo, 24 de enero de 2016

Rozando el cielo

CAPÍTULO 3: UN CONOCIDO DESCONOCIDO.

Los siguientes días giraron en torno a mi preparación para entrar en la universidad.  HyunJo me enseñó a fondo la ciudad y el camino a la universidad, pues a pesar de ir a la misma y cursar la misma carrera, el programa de extranjeros tenía diferentes horarios. Además conseguí un trabajo en el cual, en mi opinión me pagaban una miseria, pero según HyunJo era suficiente dinero. Resulta que el valor del euro está bastante por encima del won, moneda coreana, entonces lo que para mí es una miseria para ellos es un mundo. Pues mi gran trabajo consistía en la asombrosa tarea de limpiar el apartamento donde vivíamos una vez a la semana. Sí, mi querido compañero era mi jefe. Pero así era mejor, era mi manera de pagar que viviera en la casa y encima aun me pagaba. No podía quejarme.
Antes de que me diera cuenta ya había llegado el primer día de universidad. Lo lógico es dar buena impresión desde el primer día, pues bien, llegué tarde. Huang HyunJo entraba a las 09:00, mientras que yo a las 10:30. Estaba bastante nerviosa, tenía miedo de lo que me encontrara, por lo menos sabía qué todos íbamos a ser extranjeros y qué apenas conocíamos bien el idioma. La universidad estaba a una parada de estación, es decir, a 15 minutos de la estación. Y esta estaba a unos 25 minutos de mi casa, por lo que salí de casa a las 9:00 por si perdía el tren, el cual salía a las 10:00 y 10:15. Podéis pensar que tenía tiempo de sobra, y efectivamente, lo tenía, pero por el camino tuve un pequeño percance, más bien me entretuve en el escaparate de una tienda. Iba caminando hacia la estación cuando un anuncio publicitario que estaba colgado en el escaparate de una tienda, llamó mi atención. El anuncio estaba escrito en inglés y en coreano, decía: “¿Tienes talento? ¿Te gustaría convertirte en un Idol? Si es así y  no eres de nacionalidad coreana, la compañía MS te da esa oportunidad. Lanzamiento de un nuevo grupo occidental. Si no puedes asistir a la audición mándanos un video cantando una canción. Fecha límite: 12/09/2014”. ¡¿Cómo?! ¡El plazo se acababa hoy! No me lo podía creer. ¿Por qué cuando pasaba algo bueno me enteraba la última? La vida solo me jugaba malas pasadas. Miré el reloj todavía no eran ni las 10, tenía tiempo, o eso pensaba. Fui lo más deprisa que pude a casa. Entré a mi habitación y enchufé mi ordenador. Esto no me podía estar pasando a mí. Busqué y busqué entre la inmensa cantidad de carpetas que tenía hasta que, por fin, encontré el vídeo que estaba buscando, “비극  (tragedia) cantada por Gabriela Santos y Carla Rodrígez. Había conseguido mandar el video a tiempo, me relajé.
Miré mi reloj, las 10:10. ¿Enserio? ¿Por qué a mí? Salí súper deprisa del piso. Tenía que llegar en 5 minutos a la estación. ¿Lo conseguí? Estuve a punto, si no llega a ser por un pequeño incidente. Estaba casi en la estación cuándo de repente me vi en el suelo con todas mis cosas, que había en mi bolso, esparcidas. Desde luego mi día no podía haber empeorado más, pues lo hizo. Me puse rápidamente a recogerlas, sin darme cuenta de que una persona desconocida, la culpable de mi caída, me estaba ayudando a coger mis cosas hasta que ambos fuimos a por la misma. Levanté la vista, era un hombre. Él también la levantó, nuestras miradas se encontraron, o eso creo, pues llevaba gafas de sol muy oscuras. Pero a pesar de ello pude darme cuenta de que se trataba de un hombre joven, dos o tres años más mayor que yo, a lo máximo. A pesar de no verle los ojos parecía guapo, tenía una nariz pequeña y chata y unos labios muy gruesos y bien definidos. Se quedó mirándome fijamente. ¿Quién era y por qué me miraba? Me sonrió. Cuando vi su sonrisa, me estremecí, noté cómo se enrojecían mis mejillas. ¿Dónde había visto antes esa sonrisa? ¿Cómo podía sonarme tanto una persona a la que apenas podía verle la cara? Y para rematar llevaba gorra. Me quedé embobada hasta que noté que alguien me decía:
       “I’m sorry, mianhae”, ¿gwenchanha? Sorry, are you okey?- dijo mientras me ayudaba a levantarme.
       ¿Eh?-no podía ser más tonta- Sí, gracias por ayudarme a recoger mis cosas.- respondí en coreano.
       Era lo menos que podía hacer, se te han caído por mi culpa- dijo con cara de avergonzado.
Mientras decía eso  miré el reloj y vi que eran las 10:20. No me lo podía creer. Me fui corriendo sin decir nada más y dejé a aquel joven con la palabra en la boca. No, si es que era imbécil. Si  iba a llegar tarde de todas maneras que más me  daba despedirme de él en condiciones, preguntarle su nombre, o cualquier cosa con el fin de alargar la conversación. Pues no. Tuvo que sorprenderse mucho. ¿Qué mala imagen le habré dado? Pensé. Aunque inmediatamente esa idea se borró de mi cabeza. Daba igual, nunca volvería a verlo. ¿Qué probabilidades había de que nos volviéramos a encontrar? Ninguna. Pensar eso me hizo sentir mejor, aunque por alguna razón notaba un dolor y un vacío en el pecho. Seguía pensando que lo había visto antes.

Corrí lo más rápido que mis piernas pudieron, pero a pesar de ello no llegué a tiempo a la universidad. Llegué diez minutos tarde y bañada en sudor. Genial, gran comienzo. Durante el resto del día no se me acercó nadie. Excepto los profesores para echarme una reprimenda. Me hicieron prometer que no volvería a pasar. Y no pasó. 

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