CAPÍTULO 12: TOCAR EL CIELO.
La
mano era una mano pequeña con los dedos regordetes, me recordó a la mía, y
estaba llena de vendas. Nos levantamos y miré al frente. Era un hombre
disfrazado de faraón, mediría alrededor de 1,77cm. Llevaba prácticamente toda
la cara tapada, tan solo podía verle los ojos. Ojos que juraría había visto
antes, eran unos ojos pequeñitos, pero a la vez grandes. Su forma era muy
rasgada y apenas tenía pestañitas ni segundo párpado. Pero a pesar de ello, eran
ojos muy hermosos y vistosos, en donde se podía ver mucha ingenuidad y alegría
aunque también algo de cansancio. Me miró detenidamente hasta llegar a mis
ojos, le mantuve la mirada, y aunque solo duró unos segundos me parecieron
eternos. Me sentí incómoda, bajé la mirada sofocada. Debió notarlo porque
enseguida dijo:
• Disculpe,
no pretendía hacerla sentir incómoda.-apenas se le escuchaba bien a causa de
las vendas.- Aquí tiene la rosa.
• Gracias-
dije al tiempo que le hacía una reverencia.
• Por lo que
veo eres una invitada VIP.- señaló el pase, asentí con la cabeza, ¿cómo podía
ser tan tímida?
• Me la
entregó mi hermana y una amiga.
• Ya veo, y
¿Por qué estás aquí sola?- lo miré. Oh disculpa la pregunta, no quería ser
entrometido es solo que se me hace raro ver a una joven tan hermosa sola.-me
sonrojé y le sonreí, por alguna extraña razón me sentía muy cómoda con aquel
hombre.
• Quería
estar un ratito sola y despejarme.- nos sentamos en uno de los bancos.
• ¿Y la
rosa?
• Cuando
estoy triste o me siento sin fuerzas, me guardo esos sentimientos, para luego
plasmarlos en la música, pero como no tenía donde componer he cogido la rosa
para implantar en ella mis deseos y poder, más tarde, entregárselo a quien los
necesite, extraño ¿verdad?
• No.- lo
dijo con mucha ternura.- Me parece algo muy dulce. ¿Puedo hacerte una pregunta?
• Sí,
claro.-me puse nerviosa.
• ¿Por qué
compones música? ¿Qué es lo que te hace querer componer?
• La verdad es que nunca me había planteado esa pregunta, pero supongo
que es porque…, no te rias de lo que te voy a decir. Yo, lo único que quiero es
que mi música sea capaz de tocar el cielo- alcé mi mano- y pueda llegar a todos
los corazones. Y que estos comprendan aquello que quiera transmitir sin
necesidad de palabras. Sí, yo diría que es por ello, aunque no creo que tenga
mucho talento.- Cuando terminé de hablar me estaba mirando muy fijamente.- ¿Por?
• Nada, solo
tenía curiosidad, ¿y qué piensas acerca de un Idol tenga una relación con una
persona que no sea famosa?- Es verdad, él era un Idol, no había caído. ¿Quién
sería?
• Pues me
parece algo muy tierno y hermoso, porque así es el amor ¿no? Mientras dos
personas se amen da igual la posición social que tengan. Ya que el amor
significa aceptar a la otra persona sea como sea, y ayudarla a crecer y que sea
mejor cada día. Superándolo todo juntos. Aunque a veces ese amor puede doler
mucho.- pensé en KiMin.- ¿No crees?
• Sí, estoy
de acuerdo.- le dediqué mi sonrisa más forzada.- Pareces triste.
• Para
nada.- ¿cómo pudo saberlo?
• Esto
cierra los ojos.- lo miré extrañado, pero aquel hombre me infundía confianza-
ciérralos, tranquila. Y no los abras hasta que te diga, ¿arachi?
Eso
hice, me sentía muy nerviosa, mi corazón estaba muy agitado. ¿Para qué querría
que los cerrase? La espera se me hizo eterna y en verdad lo fue.
• ¿Puedo abrirlos
ya?
• Espera un
poco más, ya está puedes abrirlo.- se puso detrás de mí.
No
podía creer lo que veían mis ojos, enfrente de mí había, en el suelo, formado a
partir de numerosas rosas azules y blancas un cielo artificial, y en pequeñito
una nota musical.
• Es
precioso.- quería llorar- Jinjja gomawo.
• Así tu
música y tus manos ya pueden alcanzar el cielo.
Nadie
había hecho algo tan bonito por mí en mi vida, me sentí la persona más feliz
del mundo. Estaba gastando una parte de la felicidad tendría en toda mi vida.
Me giré para agradecerle de nuevo. Estaba dispuesta a preguntarle su nombre y
al grupo al que pertenecía. Aunque no
pude evitar llorar de la alegría. Un desconocido había sido la persona más
tierna en toda la noche.
• No sé qué
decir, jinjja jinjja gomawo.- no podía dejar de sonreír.
• Esa
sonrisa sí que es sincera, me alegro de haberte alegrado.- Podía ver su alegría
y sinceridad en sus ojitos.
• Por
cierto, me gustaría saber tu nombre y ver tu rostro sin las vendas, tengo la
impresión de que te conozco de antes.
• Yo también
quiero saber el tuyo y también creo haberte visto antes,- seguro que me
confundió con mi hermana.- Pues mi nombre es…
• ¡Han
SangRa! Por fin te encuentro, sigo queriendo hablar contigo.
• Ya te dije
que hoy no tenía ganas de hablar, por favor vete, no quiero verte. – me cogió
del brazo.
• Por favor
quiero hablar y explicártelo todo.- Tiró de mí.
• Te ha
dicho que no quiere hablar contigo.- me cogió por el otro brazo.
KiMin
se apartó de mí y se puso en frente de aquel hombre.
• KiJin-hyun,
no te metas en esto, ¿de acuerdo? Esto es algo entre ella y yo.- lo separó de
mí de un empujón que lo tiró al suelo.
KiMin comenzó a tirar de mí, a aquel joven se le
cayó un pañuelo al suelo. Se agachó a recogerlo. No podía ser, ese pañuelo era
muy familiar, ¿era el mío? Imposible. Intentaba detener a KiMin, pero este tiró
muy fuerte de mí. Se me ocurrió la brillante idea de pisarle un pie y eso hice
y salí corriendo. Volví a la terraza, pero ya no estaba, tan solo quedaban los
restos de las rosas esparcidas por la caída. Me dio pena verlo destrozado. Me
senté alrededor de ellas durante de unos instantes, cogí dos de ellas y me
levanté. Fui al interior de la fiesta, de lejos divisé a mi hermana y a Gabri
hablando con dos hombres que iban disfrazados de mosquetero y gladiador. A
HyunJo se le veía muy feliz hablando con sus noonas y sus hyuns, por lo que
decidí irme sola en un taxi y dejarlo disfrutar, aunque le mandaría un mensaje
para que lo supiera. Ya en el interior del taxi me puse a pensar en todo lo que
había sucedido. A pesar del conflicto con KiMin la noche estuvo muy bien y al
final pude averiguar el nombre de aquel hombre. KiJin, se llamaba como mi Idol
favorito el cual me hubiese gustado conocer aunque fuese de lejos. Y aún tenía
la espinita del pañuelo y volvía a sentir aquella opresión en el pecho. Estaba
deseando llegar a casa.
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